Tu rostro mañana. Veneno y sombra y adiós.

Feb 24 •

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Tu rostro mañana. Veneno y sombra y adiós.Javier Marías sigue siendo, en mi opinión, uno de los mejores novelistas en castellano de la actualidad.

Además de contar, sugerir, ensoñar, rebuscar en la memoria,... con maestría y tensión narrativa, lo hace con un estilo que me desarma, me rinde, me descoloca y me hace disfrutar cada página, cada párrafo y casi cada frase. Desde mi percepción subjetiva y seguro que algo heterodoxa, creo que escribe impecable, y que se regodea en la belleza de las construcciones de su prosa, en un equilibrio perfecto entre la exacta ingeniería gramática, con álgebra de relojero y la ensoñación más sugerente que escarba en el interior de las personas y sus relaciones.

Este "Veneno y sombra y adiós" es el tercer y último volumen de la trilogía "Tu rostro mañana". Pedazo de tocho de ochocientas páginas, oigan, y me ha dado una pena que se acabe...

Les transcribo sólo un trocito de su hermosa prosa, si se me permite la aliteración, para animar y recomendar su lectura; es precisamente el fragmento inicial de este tercer fascículo literario:

"Uno no lo desea, pero prefiere siempre que muera el que está a su lado, en una misión o una batalla, en una escuadrilla aérea o bajo un bombardeo o en la trinchera cuando las había, en un asalto callejero o en un atraco a una tienda o en un secuestro de turistas, en un terremoto, una explosión, un atentado, un incendio, da lo mismo: el compañero, el hermano, el padre o incluso el hijo, aunque sea niño. Y también la amada, también la amada, antes que uno mismo. Todas esas ocasiones en las que alguien cubre con su cuerpo a otro, o se interpone en la trayectoria de una bala o de una puñalada, son excepciones extraordinarias y por eso se destacan, y la mayoría son ficticias, están en las novelas y en las películas. Las pocas que se dan en la vida son impulsos irreflexivos o dictados por un sentido del decoro aún muy fuerte y cada vez más raro, hay quienes no podrían soportar que su hijo o su amada se fueran al otro mundo con la idea última de que uno no impidió su muerte, no se sacrificó, no dio su vida por salvar la de ellos, como si se tuviera interiorizada una jerarquía de vivos que ya va quedándose anticuada y pálida, los niños merecen más vivir que las mujeres y las mujeres más que los hombres y éstos más que los ancianos, algo así, así era antes, y esa vieja caballerosidad pervive en algunas personas, cada vez en menos, en los de ese decoro tan absurdo si bien se mira, porque, ¿qué debería importar el pensamiento último, el despecho o la decepción fugaces de quien un instante después ya estará muerto, sin más capacidad de decepción ni despecho ni de pensamiento? Es verdad que aún hay unos pocos que tienen esa preocupación arraigada y a los que eso importa, y que por lo tanto actúan para el testigo a quien salvan, para quedar bien ante él o ella, y ser recordados con admiración y agradecimiento eternos; sin acordarse de veras en el decisivo momento, sin plena conciencia entonces, de que nunca disfrutarán esa admiración ni ese agradecimiento, porque serán ellos quienes un instante después ya se habrán muerto."

(La novela está publicada en Alfaguara, al igual que las anteriores obras de Marías; la imagen de su portada procede de allá)

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