El paisaje como elemento vertebrador. La arquitectura de RCR y Arne Jacobsen
• 3451 Views • No hay comentarios en El paisaje como elemento vertebrador. La arquitectura de RCR y Arne JacobsenConstruir, habitar, pensar (1951)
Por suerte, este vínculo entre paisaje y arquitectura ha ido en aumento los últimos años, prueba de ello es la arquitectura de RCR. En sus obras, la frontera entre ambos es tan difusa que se llega a confundir naturaleza y artificio, de manera que al experimentar en la realidad cualquiera de sus proyectos surge un sentimiento universal, a pesar de estar situadas casi siempre en un entorno local apartado de los circuitos convencionales de la Arquitectura. Acercarse a cualquier obra de RCR requiere una observación previa del paraje en el que crecieron Rafael Aranda, Carme Pigem y Ramón Vilalta: la región de La Garrotxa en Girona. Referencia de paisaje volcánico, vulcanismo inmóvil que sembró la comarca de reliquias de tussoles, coladas y lavas. Paisaje único y diverso, que ha generado una singular topografía, con abundantes lluvias que hacen posible encontrar en un territorio relativamente pequeño la insólita coexistencia de vegetación mediterránea y atlántica.
Observando detenidamente la acuarela que Jacobsen realizó en el año 1930 de un colorido puesto de helados situado en la zona de baños costeros en Copenhague, y después el dibujo del Pabellón del Baño realizado en Olot por RCR a mediados de los años noventa, encontraremos, además de una destreza incuestionable en su técnica de representación, especial delicadeza en el modo en que el edificio se relaciona con el entorno. En los dos, los árboles, elemento natural, muestran igual protagonismo que lo construido y aparecen como elemento de partida previo al diseño arquitectónico. Comparten, además, la referencia inmediata a Mies Van der Rohe y su concepción del espacio horizontal, aquel que queda definido entre dos planos paralelos, suelo y techo, ensalzando el carácter plano del sitio natural el que se asientan.
Su búsqueda de la belleza en la esencia de la arquitectura, la armonía de los escasos materiales, el uso de una geometría modular, la influencia de la tradición japonesa, la elegancia en los detalles constructivos y el manejo de la luz son puntos de conexión entre estas arquitecturas separadas en el espacio y tiempo pero unidas en el saber hacer, transmitiéndonos una sensación de sometimiento a la hora de establecerse en el lugar del modo más amable posible.
Mientras que en el Pabellón del Baño emergen cajas panorámicas encuadrando los chopos preexistentes a partir de los vacios generados entre vestuarios y baños, el puesto de helados presenta un frente continuo que discurre paralelo a la vegetación que aparece como borde intocable. Los dos edificios miran hacia el agua, uno sigue el discurrir del Rio Fluvia paralelo al Camino de Santiago, curvándose y flotando levemente para conseguir las mejores vistas acompañando suavemente el movimiento del río, y el otro se abre ante la inmensidad del Mar del Norte con una sencillez que sólo se ve alterada por al atrevido uso del color.
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