El “discurrir e incordiar”, la generosidad hecha cuerpo. En recuerdo de Mario Gaviria

Abr 12 •

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Por David Prieto*

El pasado 7 de abril fallecía, a punto de cumplir ochenta años, el sociólogo Mario Gaviria Labarta (Cortes, 1938-Zaragoza, 2018). Pensador e investigador de carácter marcadamente transdisciplinar y generalista, su obra se caracteriza por seguir aquella máxima leninista que tanto le gustaba recordar “el análisis concreto de la realidad concreta”. Un representante como pocos de esa condición del sociólogo, que Alfonso Ortí denomina “generalista de lo concreto”, un horizonte de pensamiento desde el que se “reivindica la compleja e integral sustantividad de lo social, construyendo los instrumentos metodológicos y teóricos para llevar adelante” el oficio de sociólogo (Rodríguez Victoriano).

En su práctica se conjuga una particular disposición de la mirada (Simmel) -un “saber en perspectiva poliédrica capaz de combinar y componer saberes de distinta procedencia- con una desbordante “imaginación sociológica” (Wright Mills), de carácter socio instituyente y proactivo (Ortí). Su vida se caracteriza por la lucha activa, notablemente y de forma pionera en torno al movimiento antinuclear y ecologista. En una entrevista de 1976 en el programa 'A fondo' de RTVE, Joaquín Soler le presentaba como “un hombre que toca tantas teclas que es muy difícil clasificarle”.

En aquel momento, Mario Gaviria explica esta aparente indefinición, ajena a los departamentos estancos del saber académico, enmarcando su práctica en el ejercicio de un fuerte compromiso social: “mi vocación verdadera sería que la gente pueda vivir trabajando poco y viviendo bien, entonces, todo mi esfuerzo va destinado a poder conseguir una sociedad confortable, que no gaste mucha energía, que no polucione mucho, que no se exploten unos a otros, y que sea bastante armónica, es un sueño”.



Formado inicialmente en Derecho, nunca quiso ser abogado, y tras una estancia semi-clandestina en la London School of Economics, obtuvo una beca para estudiar en el Centro Universitario Europeo en Nancy y el Instituto de Altos Estudios Europeos en Estrasburgo. En Francia, conoce a Henri Lefebvre, su maestro y amigo, que en aquellos momentos trabajaba sobre la vida cotidiana y propiciaba investigaciones como ‘L’Habitat pavillonaire’ (1966).

Con Lefebvre no sólo se forma en sociología urbana, si no que comparte una gran complicidad vitalista, pasión por la vida urbana, el pensamiento de lo cotidiano como extraordinario, una filosofía de la calidad de vida y el fervor de la festividad. De vuelta en España, publica sus primeros textos en El Heraldo de Aragón‘Zaragoza en el Banco de Pruebas’ (1964) y ‘Zaragoza en el Banco de Ideas’ (1965), recuperados más tarde en el libro ‘Zaragoza contra Aragón’ (1974). Textos que de alguna manera llaman la atención de Pedro Bidagor, en aquel momento al frente de la Gerencia de Urbanización del Ministerio de la Vivienda, y decide encargarle unas publicaciones sobre los polígonos de descongestión industrial de Madrid (Guadalajara, Aranda de Duero, etc.).

En Madrid, produce su primera investigación relevante, sobre la Ampliación del Barrio de la Concepción (publicada en 1966 en la Revista Arquitectura) y se embarca como profesor en el CEISA (Centro de Enseñanza e Investigación, Sociedad Anónima), aventura fundante de la llamada “escuela crítica de sociología” y avanzadilla de la institucionalización de la Sociología en España.

En CEISA, Mario Gaviria funda el Seminario de Sociología Urbana y Rural. Un espacio en el que —como recuerda Ramón López de Luciose proponía una aproximación pedagógica de la arquitectura y el urbanismo muy alejada del “esteticismo ensimismado típico de la Escuela de Arquitectura en aquellos años”. No solamente por sus contenidos y compromiso con la realidad social, también por una metodología fundada en el aprendizaje situado. Como recordaban personas asistentes al homenaje ‘Urbanismo y Compromiso Social’ (Club de Debates Urbanos, Madrid, 2013), Mario “ponía la etiqueta de investigador” e impulsó la primera experiencia profesional —“por verdes que estuviesen”— de muchos jóvenes estudiantes. Por ejemplo, en la investigación sobre el Gran San Blas (1968). Esta disposición, de maestro comprometido y animador de numerosos “círculos de generosidad intelectual” (Isabela Velázquez/Agustín Henández Aja) se prolongará en la relación con cientos de personas a lo largo de toda su vida.



Su primera etapa intelectual, centrada en el estudio urbanístico, vira hacia el estudio de dinámicas territoriales más amplias, señalando contradicciones y analizando la emergencia de hechos nuevos. Por ejemplo, ‘Campo, urbe y espacio del ocio’ (1971). En 1972, el Seminario de Sociología Sociología Urbana, Rural y del Ocio -que desde 1965 tenía su sede en Madrid- se trasladó a Benidorm, para llevar a cabo un ambicioso estudio ecológico en 16 ciudades españolas sobre las “concentraciones urbanísticas creadas en España durante los últimos años como centros receptores de turismo” (Fundación March, 1971).

De esta aventura intelectual, surgen varios artículos y libros pioneros sobre ordenación del territorio, sociología del ocio y producción del espacio turístico, el neocolonialismo materializado por los operadores turísticos, la producción del tiempo o la experiencia y emociones. Por ejemplo, ‘La Ideología clorofila’ (1969), ‘España a Go-go’ (1974) o ‘Benidorm, ciudad nueva’ (1977). Con esta última ciudad, genera un vínculo que perduraría el resto de su vida. Mario supo analizar este proceso socio-urbanístico más allá de estereotipos y estigmas, reivindicando los potenciales de Benidorm hasta llegar a proponer la ciudad como Patrimonio de la Humanidad, en el sentido de “materialización en el espacio del Estado del Bienestar”.

En 1973, en la reunión de estudios de la Sociedad Española de Economía y Sociología Agraria, Mario reconoce encontrarse en “un momento de crisis teórica y metodológica profunda” a raíz de la información recibida en su viaje a Estados Unidos que le hace reflexionar sobre los efectos no deseados del desarrollo “como una consecuencia principal de la deterioración de la calidad de vida para los urbanos, la expulsión de la población rural, y finalmente, la deterioración de la […] salud a largo plazo”.

De Pensilvania y California trae documentación que le inspira a escribir los primeros artículos antinucleares de importancia en el Estado español (Pedro Costa): ‘Los peligros de las centrales nucleares’ (Diario de Navarra, 1973) y ‘Centrales nucleares’ (Andalán, 1973). Y, en 1974, hará de anfitrión en Benidorm de la asamblea anual de 1974 de la Asociación Española para la Ordenación del Medio Ambiente (AEORMA), creada en 1971, en la que se redactará el Programa Nacional del Medio Ambiente y el Manifiesto de Benidorm.

La lucha antinuclear y por las energías renovables será desde entonces su gran batalla vital, desde la oposición a las centrales nucleares previstas en Tudela y el Bajo Aragón —que conseguirán paralizar— hasta las luchas por cerrar definitivamente Garoña y la prolongación de la vida útil de las centrales nucleares. Esto se refleja en el audiovisual ‘Requiem Nuclear’ (2014) o su último libro publicado, ‘El Paraíso Estancado: la complementariedad hispano-alemana’ (2015).



En estos años, su producción intelectual comienza a orientarse desde una “perspectiva dialéctica” (Ibáñez) y canaliza su extraordinario “olfato empirista” (Baigorri) hacia estudios con una clara intención de intervención alrededor de las dinámicas de desequilibrio territorial, los flujos energéticos, la autonomía regional —“la causa misma del subdesarrollo de unos es el desarrollo de otros” (Benko y Lipietz)— y las potenciales alternativas. Destacan en este sentido estudios colectivos como ‘El Bajo Aragón expoliado’ (1977), ‘Extremadura saqueada’ (1978), ‘El Modelo Extremeño’ (1980) o ‘Navarra, abundancia’ (1978). También los trabajos alrededor del sindicalismo agrario, el movimiento campesino, el impacto de la General Motors o la gestión del agua en desde el grupo ARRE (Alternativas Radicales para la Ribera del Ebro), en el que Gaviria participa junto con un grupo de líderes campesinos, técnicos y otros estudiosos de la agricultura de la cuenca del Ebro.

A mediados de los años ochenta y hasta su jubilación trabajó como profesor en la Escuela Universitaria de Trabajo Social de la Universidad Pública de Navarra, añadiendo todo un nuevo campo de análisis e intervención social (abordando problemáticas como la pobreza, bienestar e integración social, los servicios sociales, vivienda, minusvalía y empresas sociales, prevención ante la epidemia del sida, etc.) e impulsando medidas como la renta mínima de inserción. Aunque la mayor parte de su producción a partir de entonces se centra en el trabajo social, no desaparecen las inquietudes ecológicas y territoriales y el impulso de la innovación energética.

Hasta sus últimos años, centrado de nuevo en la desnuclearización y en el estudio del Islam —‘La Buena Vida, las Energías renovables y la reislamización fría en el 2030’ (2011)—, no dejó de “discurrir e incordiar” (como decía a Soler en la citada entrevista de 1976) y de luchar por la transformación social y la buena vida. “Maestro de varias generaciones de sociólogos urbanos, rurales, del ocio y ambientales en España”, como reza la Wikipedia, tampoco cejó en su labor de enseñanza y formación de casi todo aquel que se le acercaba con interés, con una generosidad inaudita en el campo intelectual actual.

Te echaremos de menos, Mario.




* David Prieto. Sociólogo. Co-editor de Encrucijadas, Revista Crítica de Ciencias Sociales. Miembro de Campo Adentro y de Territorio de Datos. Investigador en campos como la sociología territorial, juventud y mercado de trabajo o movimientos sociales. Parte del Grupo de estudios sobre Ecologías del Sistema del Arte, Nuevos Paisajes y Territorio en Cultura Contemporánea (Matadero, Madrid).




Te invitamos también a leer: 'Mario Gaviria, un adelantado de la sociología urbana'



Créditos de la imágenes

01- Perfil de Mario Gaviria (fuente: eszaragoza.eu)
02- Imagen de archivo de Henri Lefebvre con su hija en brazos, junto a Mario Gaviria. 
 

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