¿Se puede tener una buena calidad de vida consumiendo menos?

Dic 2 •

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A estas alturas resulta incuestionable que el modelo de sobreproducción y sobreconsumo que existente está directamente relacionado con la crisis ambiental. Sin embargo, lejos de cuestionar los aspectos centrales del consumo y, por lo tanto, el sistema económico dominante, se han incorporado a nuestras cabezas una serie de principios que legitiman el sistema: se asume que la calidad de vida va intrínsecamente ligada al nivel de renta, a los avances tecnológicos y a la posesión de bienes, y que el progreso es lo mismo que el crecimiento económico.

De este modo se crean unas identidades globales basadas en el consumo que, al contrario de lo que parece aparentemente, suponen una disminución en nuestra calidad de vida. Por ejemplo:
- Nos preocuparnos por el número de médicos que hay por habitante y no por contaminar cada día el aire que respiramos o por averiguar cómo están producidos los alimentos que nos llevamos a la boca. Es decir, pensamos en soluciones de “final de tubería”, en lugar de solventar la causa de los problemas.
- Construimos cada vez más infraestructuras de transporte para automóviles, que producen irreparables daños ecológicos, bajo la obsesión de ahorrar tiempo. El resultado es una sobresaturación viaria que supone que la velocidad media de un coche en las ciudades sea cada vez es menor (por ejemplo, en la almendra central del Madrid es de 8 km/h, bastante menos que la de una bicicleta circulando tranquilamente). Un tiempo que posteriormente se suele invertir en ver la tele, es decir en ver como otras personas hacen cosas en lugar de hacerlas uno mismo.
- Generamos y generamos residuos, sin preocuparnos demasiado sobre qué hacer con ellos y aumentado los problemas de gestión. ¿Quién, que viva en el entorno de una incineradora, puede decir que el aire que desprende no es nocivo para su salud?
- Hemos creado un sistema económico que supone que la mejor forma de gestionar las sociedades humanas y el medio ambiente es a través del libre mercado, que convierte casi cualquier actividad o bien en mercancía susceptible de ser comprada y vendida: ya no se puede disfrutar del agua limpia de los ríos, ahora nos la venden embotellada; ya no hay apenas lugares públicos donde reunirse porque la calle está llena de coches, ahora las nuevas plazas son los centros comerciales y de ocio donde se compra la diversión.
- Pero además se percibe el consumo como una medida del cumplimiento de los proyectos vitales, creemos que para tener éxito social es imprescindible tener un trabajo con el que se gane mucho dinero, y nos conformamos con empleos que no nos gustan durante todo el año a cambio de veinte días de vacaciones y tener acceso a una hipoteca a 40 años. Nos creemos a pies juntillas una publicidad que para poder vendernos productos de belleza nos hace sentir feos, y para poder crearnos una identidad propia nos anima a consumir marcas. Y la publicidad nos influye a todos, ¿o pensamos que las empresas se van a gastar miles de millones en publicidad si eso no les reportase beneficios? Finalmente lo que obtenemos es frustración al ver que el consumo no repara nuestros males.

Este sistema de consumo ha producido una pérdida del sentido común colectivo a favor del individualismo, se valora lo económico por encima de todo, lo que conduce a que se prima la demanda por encima de los recursos, y a que existe una preocupante sobrevaloración del presente sobre el medio y largo plazo. Poco a poco se van desarticulando las estructuras sociales, culturales y económicas que eran más acordes con un a vida armónica con el medio ambiente. Se ha perdido la autonomía y la capacidad de decidir sobre el propio territorio, dependemos del mercado para cuidar de nuestros hijos y mayores, para divertirnos, para amar o practicar el sexo, para conseguir comida. Estamos pasando cada vez más a ser individuos en manos de lasmultinacionalesdelsobreconsumo,y perdiendo nuestra capacidadde ser individuos libres,críticos y razonables.

En definitiva, el modelo actual de consumo produce un grave deterioro ecológico y social, por lo que lleva asociada una disminución en la calidad de vida. Por lo tanto no es que se pueda tener una buena calidad de vida consumiendo menos, es que se debe consumir menos y mejor (enfocando nuestro consumo a la satisfacción de nuestras verdaderas necesidades) para tener una mejor calidad de vida.

fuente: www.ecologistasenaccion.org

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